DE VUELTA A CASA ( 1.209 km, en furgoneta )

Hoy es el último amanecer en tierras gallegas, en esta bella Costa Da Morte. Tras 32 días y después de 855 km desde Roncesvalles a Fisterra, en una sencilla pensión de Muxía, comienzan los primeros rayos de sol de nuestro último día en el Sendero de las Estrellas.

Los dos tenemos muy grabado en el pensamiento las preciosas imágenes que tuvimos la suerte de atrapar cuando ayer a las 10.07 de la noche, frente al oeste de la Costa da Morte, en Muxia, sobre el peñascoso monte do Corpiño y al lado del Santuario de la Virgen de la Barca, vimos ponerse el sol.

Acompañados solamente por el graznido de las gaviotas y el ruido del fuerte viento contemplamos cómo la bola se deshacía. Entonces comprendes la fascinación que tantos y tantos ven en esta ceremonia, un ritual que por lo grandioso  aún hoy parece sobrenatural.

Observar la inmensidad del mar rodeados de tanta piedra, impresiona. Sentir el viento en la cara, ver las olas chocar fuertemente contra las rocas, relaja y te deja pensar tranquilamente.

A esas horas en Fisterra puede que algunos caminantes estén quemando ropas, la tradición lo dice. Nosotros no lo hicimos. De hecho en esa zona está prohibido encender fuego y encontramos parte del cabo Fisterra quemado.

Otros cogen una piedra del suelo y graban los kilómetros recorridos y la vuelven a dejar como testigo del peregrinaje

Ya de noche paseando regresamos al centro para cenar algo en la taberna del puerto.

En Muxia, hay unas piedras enormes, muy originales por sus formas. Estas piedras, según leyendas, poseen poderes curativos. Está la piedra de abalar, la de los cadrís (que dicen que cura los males de espalda) y la de los enamorados (donde se jura el amor eterno). También otras dos piedras muy curiosas, la del Timón y la de la Vela, así llamadas por sus respectivas formas y que constituyen un homenaje de la Naturaleza a esta tierra marinera y pescadora.

De regreso a casa nos hemos acercado a Camariñas y a Ponte do Porto, unos pueblos marineros situados en el las tranquilas aguas del interior de la ría que contrastan con la hermosura de la costa abierta al mar, abrupta y virgen.

Ahora llega el momento de sentarse y reflexionar sobre los días que hemos pasado en nuestro Camino, cada uno en el suyo.
En él ha habido de todo, días de prados, páramos, bosques, ovejas, vacas, caballos; mucho sol, mucha luz, poca lluvia, alguna sombra; piedras, ermitas, catedrales y monasterios; albergues, campings, pensiones y hostales; camas buenas, colchones malos; menús de peregrino, frutos secos, sopas de ajo, bocadillos de atún, cocido gallego, pulpo, sopa castellana; nada de ampollas ni tiritas; idiomas, conversaciones y encuentros; rectas, curvas, carreteras, subidas y bajadas … y sobre todo mucho tesón y empeño.




Un recuerdo muy cariñoso para las personas que nos esperaban en el Camino: Marisa, José Antonio y su familia en Logroño; Aurelio y Delia en Frómista; Joel Vizcaíno en Sarria, Eduard y sus amigos en Santiago.
Debemos dar gracias porque los pies de Joseph han resistido a los embates de tantos días. Y las rodillas sólo le han recordado, de cuando en cuando, que fuese con cuidado sobre todo en las bajadas.

                                    ¡ Qué suerte haber podido llegar hasta aquí !

Más que alegría por haberlo terminado felizmente, sentimos una emoción quieta porque una vez más se siente que "donde hay un deseo hay un camino".

También nuestro agradecimiento y nuestro cariño a todos los que habéis estado aquí cerquita, con nosotros, en nuestra casa virtual, mandándonos vuestra energía, con vuestras llamadas, vuestras palabras y comentarios, perdiendo un poquito de vuestro tiempo leyendo nuestras andaduras.

Os queremos.