OPORTO LA CIUDAD DE LOS PUENTES

Con la credencial en el bolsillo.Las torres de la Catedral al fondo

OPORTO añeja y cosmopolita, hermosa y decadente. Oporto enamora... y sólo dos días para empaparnos de todo.

La primera imagen que hemos tenido de esta ciudad ha sido de ropa tendida, fachadas desconchadas, caos circulatorio, humedades del Atlántico y mucha falta de rehabilitación urbanística. Pero esta imagen cambió a medida que descubríamos imágenes y rincones con encanto.

Tejados del casco viejo y la famosa Torre de los Clérigos al fondo

Nuestro alojamiento un acierto: un estudio chiquito, muy económico que, en menos de un cuarto de hora, fue invadido de tortilla de patatas, pollo de Can Noguera, escalibada, pan de La Garriga, fruta del mercado, jamón del que le gusta a Clara, embutidos de Can Perris y nuestro Yermos de Olduba … Todo lo necesario para preparar la primera etapa.

El "Pelourinho", picota donde se colgaban a los criminales.

El hermoso Puente de Luis I

Hemos tomado el primer “pequeno almorço” en tierras portuguesas y con calzado cómodo hemos salido A PATEAR porque … esta ciudad está llena de cuestas y escaleras.

¿Qué ver en esta ciudad? No vamos a soltaros la lista completa de monumentos, plazas y calles porque esta información os la darán mucho más completa en las oficinas de turismo. Pero en dos días puede visitarse muy bien lo más atractivo.

Oporto es una ciudad de contrastes: la habitan personas o con gran o con muy escaso poder adquisitivo. El resultado es que podemos encontrar casi “pegados” edificios de lujo y edificios muy degradados. Es un lugar muy especial; tal vez sea ese aire de decadencia que la invade o la vida que se respira en ella.

El famoso puente de noche desde el malecón.

Hemos comenzado la visita en la Avenida de los Aliados y vamos bajando hacia el río Duero viendo lo más turístico de la ciudad, la zona centro. Oporto abraza a su río de tal forma que parece que está hecha de puentes, es una ciudad antigua volcada en él y en el mar.

Subiendo y bajando por un enmarañado de callecitas que la llenan de historias y colores con esas típicas casas desconchadas llenas de coladas tendidas al sol, nos hemos dirigido a la Sé, la catedral de Oporto. Allí nos han sellado la credencial peregrina y hemos visto las primeras flechas amarillas que toman de la mano a los peregrinos para llevarlos sin ninguna dificultad hasta el final de la etapa.

El Barrio de Ribeira.

Nos ha gustado la Sé, la torre de los Clérigos, los azulejos de la estación de San Bento, el Puente de Luis I, el Mercado de Bolhao, el cafecito del Café Majéstic, la librería Lello ( de las más antiguas del mundo), los “rabelos” (barcos de madera construidos originariamente para transportar toneles de vino), las callejuelas alrededor de la catedral, el bacalao “a Braga” ...

Las barcas "rabelos"

Pero, los dos coincidimos en quedarnos con una de las imágenes más llamativas de la ciudad: las casas de fachadas coloreadas del barrio de Ribeira con el puente de Luis I al fondo.

Un abrazo junto a la mejor imagen de Oporto

A partir de mañana, los pies de José Antonio reclamarán su descanso al final de cada andadura, el agua fresca le sabrá a cielo, la ropa ya no estará tan suave como el primer día y la piel empezará a secarse.

 Así es la vida del caballero andante.